1.
Introducción.
1.1.
Definición.
Se
definía la oratoria como el arte de la
persuasión por medio de la palabra. En el sistema político republicano,
donde había la libertad suficiente de palabra y el sistema judicial tenía cierta
independencia, este género literario constituyó una de las manifestaciones más
originales y fecundas del genio romano. Tenía una doble aplicación:
-
El dominio de los resortes de la oratoria era el medio más eficaz de imponer la
propia voluntad y de tener el mayor ascendiente sobre una masa que no sabe leer
ni escribir. El buen orador tiene una poderosa arma política en sus manos, ya
que por medio de este arte puede conseguir los votos de los ciudadanos e
inclinar a su favor la voluntad del Senado.
-
La oratoria era imprescindible en las causas judiciales, donde el abogado debía
inclinar en favor de su cliente la voluntad de los jueces. Cuando en la época
imperial dejaron de existir la libertad política y la independencia judicial,
la oratoria se convirtió en actividad aúlica, en un género literario ejercitado
solo en el marco de las escuelas.
1.2 Técnicas
oratorias.
La
oratoria llegó a ser uno de los géneros literarios más evolucionados,
principalmente a partir del influjo que
recibió de Grecia, como los demás géneros literarios, a partir del siglo II a.C. Las técnicas de la oratoria -la
retórica- eran enseñadas en las escuelas por los rétores en el grado que, con
terminología actual, se podría llamar enseñanza superior. Pero las principales
escuelas de retórica estaban en Grecia (Atenas, Rodas), a donde acudían los
jóvenes privilegiados de la sociedad romana.
Desde
el punto de vista literario había tres tendencias o escuelas en el arte de la
palabra:
-
Escuela aticista: defendía la sobriedad y la concisión en el discurso a
la manera de Lisias. En Roma está representada por L. Calvo (82-47), D. Junio
Bruto (85-42) y Catón de Útica (95-46). Respondía esta tendencia a una
concepción de la lengua como un sistema acabado e inmutable: "huye de la
palabra nueva como de un escollo", decía César en su obra sobre gramática
De analogia.
-
Escuela asianista: por el contrario, esta escuela era partidaria de la
abundancia, amplitud, fogosidad y estilo florido. Inspirada por los rétores de
Asia Menor, Hortensio (114-50) es el principal representante en Roma. Esta
tendencia consideraba la lengua como un sistema abierto, a la manera de un
organismo vivo que crece e incorpora nuevos elementos.
-
Escuela rodia: manteniendo la amplitud, abundancia y brillantez del
discurso, busca el equilibrio y el gusto. El principal representante en Grecia
es Molón de Rodas, y en Roma, su discípulo, Cicerón.
2. La oratoria
anterior a Cicerón.
El
primer orador del que tenemos noticias fue Apio
Claudio el Ciego, personaje político del siglo III a.C. Escribió discursos
en griego con fines de propaganda política, por lo que, además de ser
pronunciados en el senado y en el foro, estaban destinados a su publicación. Cicerón
pudo todavía leer algunos de ellos.
Catón el Censor (239-149), del
que nos quedan fragmentos de 80 discursos, escribió más de 150. Catón era un
homo novus, un hombre que tuvo que triunfar por sí mismo. El instrumento
imprescindible para ello fue su capacidad de persuasión, demostrada con una oratoria
combativa y virulenta, a la vez que brusca y cortada. Según Catón, el orador es
"un hombre de bien, experto en e1 arte de la palabra" porque no debe
buscar la eficacia del discurso al margen del debate de los problemas morales.
Catón concebía el discurso como un todo en el que la expresión formal surge
necesariamente del contenido: rem tene, verba sequentur, (capta el
asunto, que las palabras vendrán solas).
Durante el siglo
II a.C. entra en juego un factor definitivo en el desarrollo de los géneros
literarios en Roma, y en particular en el de la oratoria: el influjo de la
literatura griega.
Los griegos no solo tenían magníficos oradores, sino que habían elaborado toda
una teoría sobre la oratoria para hacerla más eficaz. Esta teoría es la retórica. A partir de ahora empiezan a florecer, no sin una fuerte
oposición al principio, escuelas de
retórica en Roma.
El
círculo de los Escipiones desempeñó, en esta época, un papel muy importante en
la asimilación de la literatura griega, la filosofía, el arte, etc., por parte
de la sociedad romana.
En
los años anteriores a la época de Cicerón, marcados por las luchas sociales,
hay que citar a los hermanos Graco,
líderes de la reforma agraria; sobre todo, a Cayo, de oratoria vehemente; y a
los que Cicerón consideraba sus maestros: Marco
Antonio (no el triunviro) y Lucio
Licinio Craso. Algo mayor que Cicerón y antagonista en las causas
importantes fue Hortensio, abogado
brillante, de oratoria ampulosa, al estilo asianista. Pronto fue olvidada la oratoria
de éste y la de los oradores precedentes ante la entrada en escena de uno de
los oradores más importantes de todos los tiempos: Cicerón.
3. CICERÓN
(106-43 a.C.)
Marco Tulio
Cicerón
nació en Arpino en el año 106 a.C., en el seno de una familia de caballeros.
Recibió la educación más completa, en Roma y en Grecia. Alumno de los más célebres
oradores y juristas de la época, pronunció sus primeros discursos judiciales
después del triunfo político de Sila y se dio a conocer al tomar valientemente
la defensa de Roscio de Ameria, víctima de una sórdida maquinación.
Fue
elegido cuestor en 76 a.C. y ejerció este cargo en Sicilia, donde tuvo ocasión
de defender a los sicilianos contra las exacciones y robos cometidos por Verres
en la isla. Sigue el cursus honorum: edil en 69 a.C., pretor en 67 a.C. y
cónsul en 63 a.C. Su consulado está marcado por su acción y éxito contra la
conjuración de Catilina. Pero el clima político en Roma se ensombrece y pronto
la ambición de los candidatos al poder personal va a hacer nacer las luchas
fratricidas que anuncian el fin cercano de la República.
En
el año 58 a.C., un tribuno de la plebe, Clodio, hace votar una ley contra
Cicerón, el cual considera prudente exiliarse. Sus bienes son confiscados.
En
52 a.C. vuelve a Roma ayudado por Milón, al que defiende por la muerte de
Clodio con menos brillantez de lo que se podría suponer por el discurso que
escribió (Pro Milone) después del proceso.
En
51 a.C. fue nombrado procónsul en Cilicia. Se agudiza la rivalidad entre César
y Pompeyo. Cicerón toma el partido de Pompeyo, que es el del Senado y la
aristocracia. Derrotado Pompeyo en Farsalia (48 a.C.), Cicerón se retira de la
vida política, después de haber sido perdonado por César.
En
su retiro de Túsculo se dedica a las letras y a la filosofía. Pero después del
asesinato de César en 44 a.C., vuelve a la acción. Se enfrenta al poderoso
triunviro Marco Antonio, contra el que pronuncia catorce discursos, de extrema
violencia, a los que denomina Filípicas
(en recuerdo de los discursos de Demóstenes contra Filipo). Cicerón paga con su
vida este error político y cae asesinado en Formio en octubre de 43 a.C.
Retórica y
oratoria
Cicerón
es el principal representante de la oratoria en Roma, ya que lleva la prosa
clásica latina de todos los tiempos a la máxima perfección. Por encima de su
vocación política y profesional y de su apasionamiento por la filosofía, hay en
su extensa obra una total entrega a la literatura y, más concretamente, al arte
del bien decir, de llevar la lengua a los más expresivos y bellos aciertos.
El
entusiasmo que sentía por su arte y su profesión de orador le llevan a escribir
obras preceptivas sobre retórica, como el De
inventione, compuesto en su juventud, y los tratados escritos en su época
madura: el De oratore, el Brutus y el Orator, obras basadas no solo en las enseñanzas de los rétores
griegos y latinos sino en su propia experiencia.
En
el De oratore, escrito el año 55 a.C.
en forma de diálogo, Cicerón expone las cualidades que deben adornar al orador:
unas, naturales (aptitudes, prudencia, sentido común, perspicacia, etc.),
otras, adquiridas (técnicas oratorias, práctica, formación filosófica y jurídica).
El
Brutus es un tratado escrito con
motivo de la muerte de Hortensio (50 a.C.) en forma de diálogo entre M. Junio
Bruto, Hortensio y Cicerón. En él traza la historia de la oratoria romana hasta
él mismo. Es importante la polémica sostenida por Cicerón contra los aticistas,
que propugnaban un estilo sobrio y se oponían a los asianistas, que buscaban, por
el contrario, la exuberancia del lenguaje. Cicerón en su juventud había sido
partidario de esta corriente, a imitación de Hortensio, pero con el correr de
los años había propugnado un ideal de estilo más sobrio sin excluir los adornos
y cierta exuberancia del lenguaje. Es el estilo medio o rodio preconizado por
su maestro Molón de Rodas.
El
Orator es su obra culminante de
retórica, en la que se aúnan el vasto conocimiento de las técnicas oratorias y
la experiencia y madurez de una gran orador. En esta obra, Cicerón expone la
teoría de los tres estilos: el sencillo, el moderado y el sublime, y cómo el
buen orador utiliza en cada discurso el estilo que más conviene según la
ocasión. Describe también las fases de la elaboración de un discurso:
-
la inventio, recogida de materiales:
hechos y argumentos a favor o en contra.
-
la dispositio, estructura del
discurso de acuerdo con un plan.
-
la memoria, el recuerdo de los
elementos en el momento preciso.
-
la elocutio, exposición del
contenido.
-
la actio, la forma externa, acción,
entonación gesticulación etc.
La
estructura del discurso contiene estas cinco partes:
-
el exordium, entrada del discurso en
la que se trata de captar la: atención del auditorio con la exposición de
motivos;
-
la narratio, exposición clara y
breve de los hechos;
-
la confirmatio, o argumentación;
-
la refutatio, en la que se rechazan
los argumentos del adversario;
-
la peroratio, parte final, de tono
emotivo, donde el orador trata de inclinar a su favor la
voluntad
del auditorio o de los jueces.
La
actividad de Cicerón como orador político y jurídico se desarrolla a lo largo
de su vida pública, es decir, en un agitado y convulsivo período de la historia
romana. Como abogado defensor destacan discursos como el Pro Quinctio, el Pro Roscio
Amerino, el Pro Archia poeta, el Pro Sulla, el Pro Murena, el Pro Milone,
los discursos Contra Verres (como acusador),
etc.
Como
político, sus arengas contra Catilina (Catilinarias),
contra Marco Antonio (Filípicas, a
imitación de Demóstenes), el Pro imperio
Cnei Pompei, etc.
La
potencia oratoria de Cicerón se capta en los discursos todavía conservados: más
que una argumentación vigorosa y convincente, se halla en ellos una atracción
ejercida por su ingenio, por la rotundidad, las imprecaciones, las notas
sentimentales e irónicas y por toda una serie de recursos aptos para emocionar
y captar al auditorio. La frase adquiere toda clase de modalidades acoplando la
idea al ritmo, perfectamente calculado en las cláusulas finales de los
párrafos, como si se tratara de expresiones versificadas.
4. Autores
posteriores.
Entre
los autores posteriores a Cicerón que escribieron tratados de retórica
destacan: Marco Anneo Séneca el Retórico, Gayo Cornelio Tácito y Marco Fabio
Quintiliano.
Marco Anneo
Séneca el Retórico
(55 a.C.-39-d.C.) nació en Corduba (act. Córdoba), en Hispania. Fue padre de
Séneca el filósofo. Escribió unas Controversiae
y unas Suasoriae, en las que
recopilaba ejemplos de los tipos de argumentación discursiva así llamados. La
controversia era una confrontación de distintos puntos de vista sobre un tema
tratado; la suasoria era un discurso que pretendía convencer a un auditorio de
una tesis determinada.
Gayo Cornelio
Tácito
(55-120 d.C.), el conocido historiador, escribió en su juventud una obra en
forma de diálogo, De oratoribus, en
la que compara la elocuencia de la época republicana con la de su propio
tiempo, que considera ya en decadencia.
5. QUINTILIANO.
Marco FabioQuintiliano
(30-100 d.C.), nacido en Calagurris (act. Calahorra), regentó la primera
escuela sufragada por el Estado durante el reinado de Vespasiano. Escribió el
manual de retórica más famoso si se exceptúan los de Cicerón: De institutione oratoria, que trata
sobre la formación del orador, y constituye un estudio del sistema educativo
romano de su tiempo. Quintiliano señala a Cicerón como modelo. Escribió también
un De causis corruptae eloquentiae,
en el que atribuye las causas de la degeneración de la oratoria al abandono de
los modelos clásicos.
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