1.1 LA FÁBULA
La fábula, como
género literario referido a Fedro, designa una
narración en la que generalmente intervienen animales que, por ser
considerados miembros del mundo de los seres animados, se equiparaban a los
hombres. La fábula tiene raíz popular
y, como tal, parte de la contemplación de un mundo ingenuo con fin moralizante. El
carácter ejemplarizante es la nota esencial de este género literario, tal
como lo encontramos en Fedro. Estas narraciones, leyendas o apólogos, eran muy
antiguas. Eran más o menos anónimas. Muchas de ellas nacieron en Oriente y en
Egipto y fueron difundidas por comerciantes y esclavos entre los países del
Mediterráneo. Esopo, autor griego del siglo VI a.C., fue el primero que les dio
forma literaria. Escribe en prosa y es el modelo que seguirá Fedro, aunque éste
emplea el verso.
1.2. FEDRO (15 a.C.-50 d.C)
Fedro nació en
Macedonia hacia el 15 a.C. Llegó a Roma como esclavo de Augusto, que le
concedió la libertad, y murió en la época de Claudio, en el 50 d.C. Se
conservan unas cien fábulas de este autor, contenidas en cinco libros. Los
personajes son animales que representan las costumbres, las virtudes y los
vicios de los hombres, y, más en concreto, de la sociedad de su tiempo. Se
acusa al poderoso que abusa del débil (la parte del león), al astuto y
mentiroso (la zorra), al malvado (el lobo y el cordero), etc.
Esta crítica
social le acarreó numerosos problemas judiciales porque algunos personajes
poderosos de la época se vieron reflejados en estas composiciones. Las fábulas
de Fedro son narraciones sencillas, amenas y divertidas, y terminan con una
moraleja que resume la enseñanza moral que trata de transmitir el autor. Este
estilo sencillo y conciso, al que no le falta en ocasiones colorismo en las
imágenes descriptivas de personajes (animales) y situaciones, está muy alejado
de la poesía épica y lírica contemporánea de Virgilio y Horacio. Se trata de
una poesía de raíz popular, de fondo satírico, que refleja un mundo sencillo y
natural muy alejado de los dioses y de los héroes de la épica.
El carácter
universal de esta obra despertó el interés de autores de distintas épocas, como
La Fontaine, en Francia, del siglo XVII, o los españoles Iriarte y Samaniego,
del siglo XVIII.
2.1. LA SÁTIRA
La sátira es un género literario típicamente romano (satura tota nostra est, decía
Quintiliano). Si bien el espíritu satírico está en la literatura de todos los
pueblos, los romanos crearon el poema satírico, que trata de corregir conductas burlándose de los defectos de las personas.
El nombre hace relación a una pieza
poética que en sus inicios se mezclaba el verso, el canto y la danza y el
contenido era variado y sin unidad, como nuestra farsa.
Hay, no
obstante, influjo de los griegos, en particular, de las enseñanzas callejeras
de los cínicos y estoicos, que improvisaban epigramas, fábulas, parodias de
poesías y las llamaban diatribas, es decir, "tiempo gastado en el
ocio". Lucilio (180-103 a.C.), que pasa por ser el inventor del
género, y Horacio llamaron sermones, charlas, a las diatribas de
los filósofos griegos.
Lucilio propugnaba una moral patriótica,
orgullosa y optimista; hace de la sátira un arma con que fustiga a los
personajes de su tiempo empleando la lengua viva de la conversación, a veces
tomada del habla vulgar. El metro utilizado es el hexámetro dactílico.
2.2. HORACIO (65-8 a.C.)
Llama a sus
sátiras sermones, es decir, unas charlas, sin la hiriente agresividad de
Lucilio, en un estilo natural, el estilo de la conversación. Habla en ellas,
con humor y fina observación, sobre la variedad de los temas tradicionales de
la sátira romana, a los que añade otros de sus preferencias: el descontento de
los humanos con su suerte, la secuela de normas de conducta, la avaricia de los
captadores de herencias o de las incidencias de la vida ordinaria, como el
viaje a Brindis en compañía de Mecenas. Se pueden distinguir tres direcciones:
la autobiográfica, la moralizadora y la crítica literaria. Da preferencia al monólogo
y satiriza los defectos y las debilidades ajenas volviendo en ocasiones el filo
de la sátira contra sí mismo. Algunas de sus sátiras se han convertido en
paradigma del género y todavía conservan la gracia y la hilaridad del día en
que salieron de sus manos.
La sátira
florece en siglo I d.C. acentuando la mordacidad en la expresión y la
tendencia moralizante, quizá bajo el estímulo de la proliferación de los nuevos
ricos y la corrupción de costumbres. Son autores representativos de esta época:
Persio (34-62 d.C.) y Juvenal (62-43 d.C.).
2.3. JUVENAL (62-143 d.C.)
Con Juvenal
entra el género satírico en el más crudo y pintoresco realismo dentro de un
estilo declamatorio. Escribió 16 sátiras. Denuncia en ellas los abusos de los
que es testigo: los vicios de los romanos (2, 9, 12) y de las mujeres romanas
(6), el envilecimiento de los poderosos en tiempos de Domiciano (4), la
incomodidad de Roma (3), la miseria del pueblo bajo (5) y de los intelectuales
(7), la locura de los deseos humanos (10), y contrapone la pietas de los
antiguos romanos (15) y la probidad de estos (13). Juvenal es un agudo
observador que capta y traslada con hiriente precisión el menudo rasgo
inadvertido, la intimidad que revela la bajeza de los corruptos, con noble
pasión, con ira enardecida, mas no sin parcialidad y resentimiento.
3. EPIGRAMA
El
epigrama, género que a veces se agrupa junto con la poesía lírica, como un
subgénero de ésta, incluye las composiciones
poéticas breves (generalmente entre dos y seis versos) en las que se expresa un pensamiento festivo o burlesco. Los metros son variados, aunque abunda el dístico elegíaco, una estrofa
compuesta por un hexámetro y pentámetro dactílicos.
El
epigrama primitivo, como indica su etimología griega (epí-, 'sobre', gramma,
'escritura') era un texto breve
destinado a figurar como inscripción en un sepulcro, una base de estatua o
un exvoto, aunque en su desarrollo el epigrama sirvió para expresar toda clase
de temas y sentimientos, si bien los griegos alejandrinos sintieron predilección
por los temas amorosos.
Safo,
Arquíloco y Simónides cultivaron el género epigramático en Grecia, pero
floreció sobre todo en época helenística, con Leónidas de Tarento y Meleagro de
Gadara. Aunque pueden considerarse como antecedentes los primitivos elogia, las inscripciones laudatorias de
los sepulcros (s. III a.C.), el epigrama
debió de llegar a Roma a finales del siglo II a.C., desde entonces fue
cultivado de modo esporádico hasta Catulo, que fue el primero que se valió de
esta forma poética por extenso.
La
concisión de la lengua latina, por su espíritu lacónico y sentencioso, encontró un vehículo apropiado en este tipo
de poemitas, cuyas características principales son precisamente la brevedad, la
agudeza y la fuerza expresiva.
3.1. MARCIAL (40-104 d.C.)
Nació Marcial en una pequeña ciudad de la
Hispania Tarraconense, en Bílbilis, la actual Calatayud. La posición desahogada
de sus padres les permite enviarlo a Roma (año 64), una vez realizados en
Bílbilis los estudios de gramática y retórica, y en un momento en que se hunde
el valimiento de sus compatriotas Séneca y Lucano, complicados en la
conspiración de Pisón contra el emperador Nerón. En Roma se ve obligado por la
necesidad a someterse al sistema de la clientela para vivir, es decir, a formar
parte del séquito de uno o varios amos, atado a ellos y viviendo a su merced.
Su genio le abre la puerta de los círculos literarios, frecuenta el trato de
todas las clases sociales. Pero, después de permanecer 34 años en Roma, cansado
de la gran ciudad, regresa a su patria natal, aceptando el ofrecimiento de una
admiradora, Marcela, que le regaló una finca, donde pasó los últimos años de su
vida. Marcial transformó el epigrama: la pequeña pieza de versos destinada a
ser inscrita en las tumbas y monumentos (epi-gramma = ‘escritura
sobre’), Marcial la convierte en un arma de ironía y sarcasmo, con tanto
acierto que dejó forjada la forma definitiva de esta composición.
Esto no quiere
decir que todos los epigramas sean poesías satíricas. Hay entre ellos también
piezas de circunstancias, agradecimientos, descripciones y dos libros de
dísticos destinados a acompañar los regalos a los amigos (Xenia), o
a servir de etiqueta divertida para los objetos que se sorteaban (Apophoreta).
Marcial es un observador para quien la realidad exterior existe y toma
valor artístico. Esa realidad coloreada con detalles precisos y con una justeza
admirable es exactamente la vida romana tal como él mismo la ha vivido. Pero
aunque su sátira es violenta y mordaz, permanece un fondo espiritual, de buenas
palabras, que revela un espíritu sincero y bienintencionado. En el fondo
Marcial es un hombre sensible que llega incluso a confiar a sus versos -aunque
no se prestaba a ello el género del epigrama- sus confidencias, que revelan un
alma insatisfecha e incapaz de contentarse con la vida monótona del pueblo
natal, pero también de enfrentarse a las adversidades y humillaciones que Roma
reserva al poeta necesitado.
Marcial es un
escritor de primera calidad. Es uno de esos raros escritores de su época que no
cedió al influjo del estilo declamatorio a la moda. Su genio se amoldaba
perfectamente al poema breve y satírico, parecía nacido para él. Su obra es de
una sobriedad clásica. Sin embargo, le faltaba esa fuerza moral para penetrar
en las causas profundas de la decadencia romana y sacudir a una sociedad que se
hundía en el vicio. Es a Juvenal al que se le debe atribuir este mérito.
INFLUENCIA EN LA
LITERATURA POSTERIOR
Edad Media y Renacimiento: Horacio fue un
clásico desde el principio. La Edad Media solo prestó atención a las Sátiras
porque no entendió las Odas. En el Renacimiento tuvieron gran
tradición las sátiras: Ariosto en Italia, John Donne y Pope en Inglaterra y
Boileau en Francia. Los siglos XVIII y
XIX no fueron buenos para Horacio; a partir del XX se ha revalorizado la lírica, pero las Sátiras y Epístolas
se han dejado algo de lado. Persio fue muy leído tras su muerte y en la
Edad Media. Los apologistas cristianos y los padres de la Iglesia lo apreciaron
por su rectitud moral. Luego se dejó de lado. La sátira moderna se escribió en
prosa y perteneciendo a otro género literario. A Juvenal le llegó tarde el
éxito. Fue modelo de satíricos en el XVI, sobre todo en Quevedo. Se olvidó
pronto. Marcial tuvo éxito inmediato. En la Edad Media solo se sacaron sententiae
de su obra. El Renacimiento lo relanzó. En España influyó en Quevedo,
Góngora y Gracián.
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